Wednesday, May 17, 2006

MENTIRAS




A pesar de tantos estigmas sociales que intentan disuadir de su ejercicio , mentir es una práctica que como el sexo, resiste a las injurias y difamaciones (o sea el ejercicio de sí sobre sí) más descabelladas. Existen muchísimas teorías respecto a por qué es que mentimos, cada una niega o ignora a las teorías restantes; semejante diversidad de argumentos y opiniones aportan una bibliografía copiosa y obscurecen la comprensión del tema. No obstante la abundancia de ideas acerca de ella, la mentira todavía está a la espera de que se le haga justicia. Como todos los parias. Y es probable que ambos permanezcan así por un buen rato. La mentira no sólo goza de un prestigio negro, sino que desprestigia al que la ejerce. Aún así, todo indica que se las ha arreglado bastante bien por varios millones de años. ¡No mentirás!, nos ordenan y pese a ello, a nosotros nos vale madres y vamos perfeccionando, poco a poquito, nuestra habilidad para mentir. Se puede pensar que el lugar que ocupa la mentira en nuestra recta numérica moral, lo tiene bien ganado. Las mentiras que más recordamos y citamos, lo son por el daño provocado. ¿Cuántas personas no recuerdan de inmediato la mentira del ser amado, aquella que nos ocultaba el que ya no éramos el uno para el otro? ¿Cómo olvidar las mentiras sistemáticas de los de arriba, desde Pepito Stanlin, hasta Mr. Danger, pasando por el majaretas del Führer? Miente Sinón y como consecuencia de su mentira (táctica) cae Ilión ante los griegos. Son mentiras trágicas y por ello son recordadas, mentiras que duelen o que llevan el desastre consigo, porque definitivamente el dolor y la tragedia dejan huella. Pero no siempre existe algo perverso detrás de cada mentira. De hecho, más allá de las razones utilitarias y descaradamente egoístas que revela su ejercicio, en un buen número de casos se miente movido por sentimientos generosos o “inocentes” (pseudoaltruistas, dirían los agudos sociobiólogos). Mentimos por complacer al otro, para endulzarle los oídos, para arrancarle una sonrisa; porque sabemos que de algún modo, a veces nos gusta que se nos mienta: “…miénteme más, que me hace tu maldad feliz.” También por conveniencia, claro, pero aún así, esta conveniencia habla más de la necesidad de afecto que de manipulación o hijoputería. Mentimos para proteger a los niños o a los que no creemos preparados para manejar la verdad, esas son las llamadas mentiras blancas: “Abuelita ya se durmió”, le dice la sollozante madre al pequeño. Mentimos para seducir al Otro, para enamorarlo como canta Lupita D´Alessio: “Tú me enamoraste a base de mentiras”. Mentimos desde niños, para protegernos de una realidad demasiado dura de encarar, o al menos eso dicen algunos terapeutas infantiles. Mentimos por muchas razones, pero sobre todo, mentimos porque nuestro cerebro está diseñado para ello: Tenemos un cerebro que sirve para engañar y detectar el engaño. “Se que mientes al hablar”. Hace millones de años, algunos organismos inventaron la cooperación y la vida social. Tiempo después, surgieron dentro de estas nobles comunidades algunos aprovechados que intentaron sacar ventaja de los beneficios de la sociabilidad sin reciprocar. A partir de entonces, la vida transcurrió como un juego de ajedrez entre los que intentan engañar y los que tratan de evitar ser engañados. El ejercicio del engaño y de su detección se fue haciendo más demandante, lo cual hizo que los mecanismos que le prestan soporte se hiciesen también más finos. Según algunos, nuestro cerebro es el resultado de esta batalla: una maquinita extremadamente sofisticada construida por la Ingeniera Mentirita. El desarrollo de estos artefactos en nuestro caso, nos dotó de nuevas capacidades: desarrollamos una cultura igual de sofisticada con todas sus consecuencias, entre ellas el arte. Dentro de las múltiples injusticias que pesan sobre la mentira está su exclusión de las bellas artes. ¡Ah, sí! Mentir también es un arte, tiene su lado estético: “mientes hermosamente” me decía Ella, cuando recibía un piropo o era presa de su escepticismo. Mienten los jazzeros, con sus célebres notas fantasmas. Mintieron los impresionistas, con sus cuadros difusos que engañan a la vista. Los que se presumen conocedores, son capaces de identificar estas mentiras y de disfrutarlas. Y es que detectar las mentiras da prestigio, nos hace ver inteligentes. El problema es que también genera un escepticismo vicioso, que nos hace sentir inteligentes cuando a veces distamos mucho de serlo. Lo sé por experiencia.

10 comments:

Anonymous said...

Diagnostico: eres una planta urticante
Ya sabes cual es la cura jajaja
Con respecto al prestigio (de inteligente) que te da el detectar las mentiras, creo q va más bien por el lado de como reaccionas al descubrirla, porque algunas veces al evidenciar al mentiroso la escena es tan cruel que más bien quedas o por lo menos te sientes tan pendejo.

Anonymous said...

Pues sí querida P, pero ahí más bien lo que te hace sentir así es la ojetez de haber expuesto inecesariamente a alguien que no lo merecía o que aprecias (o ambos). Supongo que en todo caso, el prestigio irá ligado al manejo que hagas de tu habilidad, a que sepas cuándo si se vale denunciar y cuando es mejor ser cómplice (un asunto politicón, como podrás apreciar). También está la satisfación de uno mismo, al cosquilleo interno que, salvo cuando hay un afecto de por medio, te produce el descubrir que alguien está mintiendo; es como decir: "ñeee, wey!!! A mi no me engañas". Aunque por supuesto, habrá sus excepciones.

Anonymous said...

Y también, como Princesa se encargó de recordarme, mentimos porque es divertido echar mentiritas, vacilar a los demás.

Anonymous said...

Yo por eso nunca digo mentiras. jeje

Muy bueno tu artículo y me puso a pensar. No por nada estamos sumergidos en un mar de mentiras en estos momentos electorales.

saludos
luis david

Anonymous said...

Pues haces muy bien Luis David, a mi tampoco me gusta decir mentiras...

Ya en serio, gracias por la visita y el comentario. Por lo pronto, podemos entretenernos detectando si alguna verdad se les llega a colar en el discurso a los candidetetes.

Un abrazo.

Anonymous said...

Yo creo que el "engaño" se encuentra dentro de nuestra memoria filogenética, como un elemento que evolucionó para adevertir al adversario "no te me acerques soy peligroso", por ejemplo, los bichitos que engañan a otros copiando las coloraciones de los venenosos. Luego pasó a ser como dices, un elemento más refinado con algunos aprovechados que intentaron sacar ventajas del engaño y la mentira para obtener recursos.
Sin embargo también creo que semejante refinación, de la manita con la codicia y los ánimos de poder, dio lugar a las grandes ¿mentiras? a las que haces referencia, como las del Führer. Incluso creo que para muchos las mentiras no son abolutas.
PD. perdón por lo de absoluto pero te recuerdo mi conflicto sobre las verdades absolutas...
Además hoy día ví mi correo y noté que estabas deseoso por ver comentarios de tu público (¿será cierto?), así que me lancé a escribir lo primerito que me pasó por la cabeza (¿mentira?).

Anonymous said...

Ja,ja,ja... Qué buena forma de cerrar tu comment!!! No incluí el mimetismo como engaño porque no estoy muy convencido de que pueda considerarse como tal. De hecho, tal como lo planteas parece ser un signo bastante honesto, por lo cual no habría mentirijilla que perseguir. Y bueno, lo de la verdad absoluta... mejor ahí lo dejo, total, ya sabes que yo sí creo que la verdad es absoluta o no es (y también incognoscible).

Anonymous said...

Uy! a mi se me hace que todos los candidotes pueden hacerle la lucha y entre todos, dije ENTRE TODOS hacer una sola verdad... van a batallar, pero igual y si la armen. Que onda? jeje, es un chascarrillo mi blog, me encanta poner fotos raras! gracias por visitarme Icaro... que cuentas de nuevo?

Anonymous said...

Webita: Estoy de acuerdo en que entre tod@s hacen una verdad, el problema para ell@s es que segurito que no les gusta lo que dice. Gracias por la visita, luego te escribo.

Anonymous said...

Webita: coincido contigo en que entre tod@s son capaces de hacer una sola verdad, el problema para ellos es que segurito que no les va a gustar lo que dice. Gracias a ti por la visita.

Un abrazo.