Wednesday, May 31, 2006

En lo que posteo algo nuevo...


Como decía hace algunos días, hay de mentiras a mentiras...

Dice la cornada del día de hoy (La Jornada), en referencia a las manifestaciones estudiantiles de ayer en Chile (las negritas son mías): "(el cuerpo de) Carabineros actuó con inusitada violencia y a veces en forma provocativa, dejando a un estudiante herido al estallarle una bomba lacrimógena cerca del pecho y, entre muchos otros, a tres periodistas apaleados frente a la Casa Central de la Universidad de Chile, ubicada a pocos metros al este de La Moneda."

Que no manchen!!! Los cuerpos de represión del Estado siempre actúan con "inusitada violencia"... ¿O qué, ya no se acuerdan de la madriza que la tira del D.F. le puso a una chava en el 99 en el Periferico? ¿O de cuando los carabinieri le dispararon a quemarropa a un chavo durante las manifestaciones contra el G8 en Génova y después le pasaron su jeep por encima? Me cae que los ejemplos abundan, entonces: ¿Cual inusitada violencia? ¿La inusitada violencia de Seattle o de Atenco? Y eso que los jefecitos de los carabineros chilenos y los granaderos chilangos son ( o se dicen-decían) gente de izquierda (izquierda moderna, por supuesto). ¿Inusitada violencia? ¡Ni madres! La represión es parte inseparable del ejercicio del poder en cualquier parte del mundo.

Ya me voy, igual y al ratito posteo...
* * *
Mmm... ya pasó el ratito (ratote y nada). Igual y mañana, ahorita ya estoy hasta el tuétano. Me voy, ahí cierran el changarro...

Wednesday, May 24, 2006

ASHA

La conocí en el 2000, jamás cruzamos palabra y sin embargo, estoy seguro de que ambos nos recordamos. Como toda certeza, esta es una mera arrogancia. Pero me gusta pensar así y supongo que está bien. Una vez intercambiamos sonrisas, no sé por qué y nos miramos durante un buen rato. Alguien más hábil que yo hubiese aprovechado el momento. Pero uno es quien es y difícilmente cambia. En fin, en aquellos días Ícaro no era Ícaro y quizá fue mejor de ese modo; hoy al menos conservo el recuerdo de aquella sonrisa y de sus ojos en mis ojos.

¡Coño, como me gustaba azotarme!

Como sea, aquella fue una época linda. Tal vez un día ella aparezca por ahí y entonces las cosas sean diferentes. ¡Já!
* * *

-FUGA-

Sometimes, las noches se visten de deseo,
En mi sueño (pues fantasía somos),
felices yacemos. ¡Oh, caro Morfeo!
¡De tu generosa copa bebemos!
Allende la odiada realidad, cruenta,
construyo mi feliz espacio virtual,
soles risueños (já), lunas de plata,
tus labios sabrosos (¡smack!), goce carnal.
Pero llega al fin la sacudida. No
es terremoto, es confrontación (¡crash!).

Soñar no nos cuesta nada cariño,
mas despertar siempre arroja preguntas
y el cómo se encaran separa al niño
del hombre dotado de ingenio y agallas.
En el choque (que es desafío), cielo,
pensamiento y acción son uno mismo;
yo, cobarde, me revelo ante el duelo,
cambio de león a ratón, soy timo.
La realidad, aún si se viste de
pretexto, vomita crudeza, es así.

¿Dime, divino tormento, hay esperanza?
¡Responde, no contengas tus palabras!
¿Gozas mi dolor suprema belleza?
¡Basta esbirro de dios, muestra las alas!
Se que todo es un complot. El muy avaro
te pretende en monopolio. Empuñando
la daga, encaro al tirano. ¡Qué raro!
No tengo miedo al morir aplastado.
Sueño para poder seguir amando,
y no sentir el dolor de estar vivo.

Wednesday, May 17, 2006

MENTIRAS




A pesar de tantos estigmas sociales que intentan disuadir de su ejercicio , mentir es una práctica que como el sexo, resiste a las injurias y difamaciones (o sea el ejercicio de sí sobre sí) más descabelladas. Existen muchísimas teorías respecto a por qué es que mentimos, cada una niega o ignora a las teorías restantes; semejante diversidad de argumentos y opiniones aportan una bibliografía copiosa y obscurecen la comprensión del tema. No obstante la abundancia de ideas acerca de ella, la mentira todavía está a la espera de que se le haga justicia. Como todos los parias. Y es probable que ambos permanezcan así por un buen rato. La mentira no sólo goza de un prestigio negro, sino que desprestigia al que la ejerce. Aún así, todo indica que se las ha arreglado bastante bien por varios millones de años. ¡No mentirás!, nos ordenan y pese a ello, a nosotros nos vale madres y vamos perfeccionando, poco a poquito, nuestra habilidad para mentir. Se puede pensar que el lugar que ocupa la mentira en nuestra recta numérica moral, lo tiene bien ganado. Las mentiras que más recordamos y citamos, lo son por el daño provocado. ¿Cuántas personas no recuerdan de inmediato la mentira del ser amado, aquella que nos ocultaba el que ya no éramos el uno para el otro? ¿Cómo olvidar las mentiras sistemáticas de los de arriba, desde Pepito Stanlin, hasta Mr. Danger, pasando por el majaretas del Führer? Miente Sinón y como consecuencia de su mentira (táctica) cae Ilión ante los griegos. Son mentiras trágicas y por ello son recordadas, mentiras que duelen o que llevan el desastre consigo, porque definitivamente el dolor y la tragedia dejan huella. Pero no siempre existe algo perverso detrás de cada mentira. De hecho, más allá de las razones utilitarias y descaradamente egoístas que revela su ejercicio, en un buen número de casos se miente movido por sentimientos generosos o “inocentes” (pseudoaltruistas, dirían los agudos sociobiólogos). Mentimos por complacer al otro, para endulzarle los oídos, para arrancarle una sonrisa; porque sabemos que de algún modo, a veces nos gusta que se nos mienta: “…miénteme más, que me hace tu maldad feliz.” También por conveniencia, claro, pero aún así, esta conveniencia habla más de la necesidad de afecto que de manipulación o hijoputería. Mentimos para proteger a los niños o a los que no creemos preparados para manejar la verdad, esas son las llamadas mentiras blancas: “Abuelita ya se durmió”, le dice la sollozante madre al pequeño. Mentimos para seducir al Otro, para enamorarlo como canta Lupita D´Alessio: “Tú me enamoraste a base de mentiras”. Mentimos desde niños, para protegernos de una realidad demasiado dura de encarar, o al menos eso dicen algunos terapeutas infantiles. Mentimos por muchas razones, pero sobre todo, mentimos porque nuestro cerebro está diseñado para ello: Tenemos un cerebro que sirve para engañar y detectar el engaño. “Se que mientes al hablar”. Hace millones de años, algunos organismos inventaron la cooperación y la vida social. Tiempo después, surgieron dentro de estas nobles comunidades algunos aprovechados que intentaron sacar ventaja de los beneficios de la sociabilidad sin reciprocar. A partir de entonces, la vida transcurrió como un juego de ajedrez entre los que intentan engañar y los que tratan de evitar ser engañados. El ejercicio del engaño y de su detección se fue haciendo más demandante, lo cual hizo que los mecanismos que le prestan soporte se hiciesen también más finos. Según algunos, nuestro cerebro es el resultado de esta batalla: una maquinita extremadamente sofisticada construida por la Ingeniera Mentirita. El desarrollo de estos artefactos en nuestro caso, nos dotó de nuevas capacidades: desarrollamos una cultura igual de sofisticada con todas sus consecuencias, entre ellas el arte. Dentro de las múltiples injusticias que pesan sobre la mentira está su exclusión de las bellas artes. ¡Ah, sí! Mentir también es un arte, tiene su lado estético: “mientes hermosamente” me decía Ella, cuando recibía un piropo o era presa de su escepticismo. Mienten los jazzeros, con sus célebres notas fantasmas. Mintieron los impresionistas, con sus cuadros difusos que engañan a la vista. Los que se presumen conocedores, son capaces de identificar estas mentiras y de disfrutarlas. Y es que detectar las mentiras da prestigio, nos hace ver inteligentes. El problema es que también genera un escepticismo vicioso, que nos hace sentir inteligentes cuando a veces distamos mucho de serlo. Lo sé por experiencia.

Tuesday, May 09, 2006

REFLEJOS

Je est une autre.
A.R.

Últimamente he vuelto a pensar los espejos, los de carne y hueso sobre todo. A darle vueltas a mi obsesión por los espejos truqueados, aquellos que como los de la feria pervierten la imagen. Me fascinan esos espejos y más aún, me fascinan las espejas. Como en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, las espejas tienen la propiedad de multiplicar a los hombres. Sólo que a mí no me parecen monstruosas, no siempre pues. Más bien me trastornan. Uhmm... la poderosa transferencia, la inevitable transferencia. Por cierto: ¿Alguien le echó un ojito ya a los ensayos sobre Freud, que Pérez-Gay está publicando en La Jornada?
Los espejos, el Otro, Papá Lacan, Luria, Vigotsky y los concienzologos soviéticos. De vez en cuando me gusta acordarme y clavarme en ese enredijo, aunque invariablemente termine aporreado o confundido. Siempre me perseguirá aquél meme que Mamá Amézquita (una Maestra mía) inoculó en mi cabeza: Yo no existe, lo que existe es mi Sujeto.
Otro día volveré sobre el tema.
* * *


COMUNIÓN

Yo te amo por que eres acto
de lo que yo potencia sólo he sido;
espejo en que mi reflejo afligido
se transmuta en un ente polimorfo, hato

de rostros cruzados por surcos y luces,
puerta a la tragedia y al alborozo.
Yo, necio, insisto en estos trances
amargos; tendido en el siniestro pozo,

espero las trompetas que me anuncien
tu llegada salvadora. ¡Hórrida quimera!
¡Voces engañosas, demonios, no alarguen esta espera

inútil! ¡Seres de mi averno, renuncien!
Y al caer al negro abismo comprendo,
que es en esta noche que somos uno.

Wednesday, May 03, 2006

LOS CARACOLES

Lento, se arrastra, dejando detrás su hilito de plata. Bajo el sol de la joven mañana, busca saciar su sed en un charco de agua. Ya se estira, ya se encoge, con enorme esfuerzo carga con su hogar a cuestas. Cruza el jardín sorteando los múltiples peligros: el pajarraco del árbol de la entrada, las llantas del automóvil rojo que parte temprano de lunes a viernes (y a veces también los sábados). Tántos y tan añejos peligros, que los miembros de la Familia Caracol han sabido sortear con la experiencia acumulada durante generaciones. Sí, se las han arreglado bien; la vida los ha vuelto duros, sencillos, difíciles de derrotar. Pero ningún ser vivo es invulnerable. Ni siquiera cuando tiene una armadura integrada. El peligro acecha, la tranquilidad es efimera; acaso una ficción. Desde hace ya tiempo, un ente siniestro deja sentir su maligna presencia. Se trata de algo temible, sanguinario, cruel, implacable, odioso, activo, risueño, monstruoso… Contra este terrible ser no hay experiencia que valga, no hay refugio seguro, no hay esperanza. Cada día, poco después de que el sol rebasa su cenit, la bestia que emite carcajadas demoniacas y lanza aterradoras miradas llenas de curiosidad, explora lentamente el patio. Con infinita paciencia, propia de tan atroz demonio, revisa cada rincón del jardín, en busca de algún tímido y rastrero constructor de caminos de luz. Si lo encuentra, su suerte está echada: el ser infernal, émulo de Polifemo, alza por los aires al indefenso caracol y lo destroza contra el suelo. ¡Qué lejos están los días en los que la otrora feliz Familia Caracol podía ir a descansar, en vez de tener la certeza de llorar cada tarde a sus muertos! Sólo cuando el sol se oculta, el agua cae del cielo o un grito chillón demanda: “hijo, ya metete a la casa”, los caracoles pueden respirar en paz.

¡Ahhh! ¡Si el tiempo pudiese volver atrás!